PERFIL DE UNA COMUNIDAD
CRISTIANA A PARTIR DE
LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES 2, 36-47
Perfil de una comunidad cristiana, a partir de Hechos 2, 42-47;
3, 1-10.
La primera comunidad
cristiana. Esta comunidad está formada por un grupo de personas
convertidas, que han abrazado la fe predicada por los Apóstoles. La conversión
les ha llevado al bautismo, el cual reciben en el nombre de Jesucristo. Y, Dios,
a su vez, les otorga como don, el Espíritu Santo. Es una comunidad que está en
camino de salvación, lejos de creerse que ya han llegado, y que ya está
salvada. Es a partir de la experiencia, del don del Espíritu, que la comunidad
se va construyendo con unas características propias:
1)
Una comunidad que se sabe heredera de una
promesa, que no solamente le corresponde a ella sola, sino también a sus hijos
y a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor.
2)
Una comunidad, abierta, a la universalidad
de razas pueblos y naciones; llamada a la acogida y la evangelización, al
anuncio de Jesucristo al mundo entero.
3)
Podemos decir que la constancia es una de las características de esta comunidad (constante, constancia). Sin la cual no
podemos avanzar en el camino de la salvación.
4)
El compartir/repartir tiene una gran fuerza: “compartían
en familia, con sencillez y alegría sincera” (v. 46).
5)
La oración,
expresada de distintas maneras, tiene un lugar importante en la comunidad: partían el pan, es decir, en lenguaje
actual: celebraban la eucaristía, a diario acudían al templo, con constancia e íntima armonía, estaban unidos.
Juntos alababan a Dios. En esta comunidad vemos la importancia que le dan a la
oración comunitaria y a la unidad. Esto indica la expresión de una comunidad
viva.
6)
Vivian en mutuo acuerdo, todo lo compartían,
lo que tenían lo ponían en común. Esta experiencia es la que vivimos en la vida
monástica: todo se pone en común, no solamente el tener, sino el ser, el saber y el hacer, es decir los
dones que Dios te ha dado para el servicio del bien común.
7)
La
armonía y unidad elementos
esenciales: vivían en un mutuo acuerdo. Testimonio evangélico de unidad.
8)
La escucha de las enseñanzas de los Apóstoles.
Es una comunidad que se forma y se deja enseñar por los Apóstoles.
9)
Es una comunidad que tiene cierto atractivo,
“arrastre”, capacidad de convocatoria. Pues dice el texto: “Toda la gente los miraba con simpatía” (v. 47).
10)
Y como respuesta a su manera de vivir y
actuar, reciben la bendición de Dios con el “aumento” y “crecimiento” de la
comunidad.
11)
Es una comunidad que se pone “a salvo de este mundo corrupto” (v. 40),
para vivir de otra manera. “Padre no te
pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17, 15).
La manera de vivir y
el resultado de esta comunidad, nos lleva a reflexionar y profundizar en
nuestras comunidades eclesiales, parroquiales y también religiosas. Y, por
supuesto, en nuestro propio compromiso bautismal. ¿Por qué nuestras comunidades
no crecen sino que disminuyen?
Ante esta visión
comunitaria de las primeras comunidades:
¿Cuál
es nuestro reto?
¿Qué hago yo para formar comunidad de fe y de celebración?
Más que nunca
necesitamos de la comunidad para vivir la fe, en nuestros días es difícil de
vivir la fe en solitario. Urge crear comunidades vivas donde se pueda celebrar,
orar, compartir y festejar. El sentido festivo es importante en las
comunidades. La unidad y la alegría dos valores que por ellos mismos
evangeliza, atraen. Estamos llamados a formar pequeñas comunidades de vida
donde podamos vivir la fe con gozo y entusiasmo y, tal vez, de esta manera
seamos fermento en la masa.
Sor Carmen Herrero Martínez