SÍMBOLOS LITÚRGICOS DE ADVIENTO
El
Adviento, litúrgicamente, tiene sus símbolos propios: La corona de Adviento, con las cuatro velas, y el
tronco de Jesé también con sus cuatro velas, son dos signos propios de este
tiempo litúrgico de Adviento. Litúrgicamente, el color morado es propio de este
tiempo, salvo el tercer domingo de Adviento, llamado "Domingo de
Gaudete" (Domingo de la Alegría), en el que la casulla que reviste el
sacerdote es de color rosa, como signo de gozo, porque el Señor está ya cerca.
La corona se ha impuesto al tronco de Jesé; sin embargo, el
tronco de Jesé es anterior, y además tiene un sentido bíblico. La corona de Adviento
es de origen pagano, su inicio lo tiene en una tradición europea que consistía
en prender velas durante el invierno para representar el fuego del dios sol.
Con esto, la deidad regresaría para brindar luz y calor a lo largo del
invierno. Más tarde, este signo será cristianizado por el pastor Johann
Wichern, luterano alemán, que comenzó a utilizar esta corona en 1838, para
ayudar a los niños de una escuela que había fundado en Wichern. A la corona le
ponía diecinueve velas rojas pequeñas y cuatro velones blancos. Encendían una
vela pequeña cada día de la semana durante el Adviento, y los domingos, una de
las cuatro velas grandes. Más tarde, la corona se fue introduciendo en la
liturgia como símbolo de Adviento y se quedó solamente con las cuatro velas que
representan las cuatros semanas litúrgicas que preceden a la Navidad.
El Tronco
de Jesé es el nombre con el que se denomina
al árbol genealógico de Cristo a partir de Jesé, padre del Rey David. La
tradición del Árbol de Jesé está unida a la genealogía de Jesús y al plan de salvación. Tanto el evangelio de Mateo
(1, 1-16) como el de Lucas (3, 23-38) narran la genealogía que parte de David
para llegar a José, el esposo de María, cumpliéndose el sentido de la profecía
de Isaías: "Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz
florecerá un vástago" (Is. 11,1). “El árbol de Jesé es la única
profecía del Antiguo Testamento que fue ilustrada literal y frecuentemente en
diferentes disciplinas artísticas, técnicas y géneros: arquitectura, escultura,
orfebrería, manuscritos ilustrados, frescos, pintura en tabla, mosaicos etc.”[1].
En la Edad Media se le dio una
gran importancia al tronco de Jesé, de ahí su extensa iconografía en el arte. La
liturgia de Adviento, en la tercera antífona de vísperas, llamadas las grandes
antífonas dice: “¡Oh raíz de Jesé que estás como estandarte de todos los
pueblos, en cuya presencia se callarán los reyes y te invocarán los gentiles! ¡Ven
a salvarnos, y no tardes ya!” Desde el sentido bíblico tiene mucho más significado
el tronco de Jesé que la corona de Adviento. Es una pena que se acepten tan
fácilmente ciertos símbolos de origen pagano y se olviden aquellos cuyo
significado es bíblico.
Durante el tiempo de
Adviento, preparación inmediata a la Navidad, la imagen bíblica del "Tronco de Jesé" que reverdece, cobra una significación especial. La
espera confiada en la venida del Señor significa "reverdecer",
permitir que florezca la esperanza en mi corazón, dejando paso al germen de la
Vida que pronto va a nacer y ser la LUZ del mundo que disipa toda
tiniebla.
El gesto de encender, cada domingo, una de las cuatro
velas significa que la vida se va abriendo camino en la corteza del tronco
hasta la última semana que se da la explosión de la vida: “Un niño nos ha
nacido, un niño se nos ha dado que será la LUZ que ilumine los corazones”. (Is.
9,6),
Para que los signos que
acompañan la liturgia sean significativos, es esencial ponerlos en valor y destacarlos.
Para ello se colocará en un lugar visible de la iglesia un tronco grande, revelador
de lo que él mismo simboliza. Sobre el tronco desnudo, con las cuatro velas, que
se irán encendiendo progresivamente durante las cuatro semanas de Adviento, al
tiempo que vamos "adornando" el tronco, primero con hojas verdes y la
última semana con flores, como anuncio de que la vida está a punto de nacer.
Esta apertura del árbol
para dar paso a la luz, a la vida, deberá acompañar nuestro camino de Adviento.
La celebración anual del Nacimiento del Señor exige de los cristianos una
sincera apertura a la esperanza y a la renovación, al “reverdecimiento” interior,
al desarrollo de la vida teologal y del espíritu de las bienaventuranzas; pues La
vida que Cristo nos trae con su venida, no puede dejarnos indiferentes, ella
nos ayuda a vivir el espíritu evangélico. El
Adviento, de la mano de sus personajes y textos bíblicos, trata de hacernos comprender
que "algo nuevo está llegando", "Alguien"
desea hacerse un hueco en nuestra vida para hacerla florecer y convertirla en
luz radiante que ilumine a hermanos nuestros que caminan bajo la densidad de
las tinieblas.
El profeta Isaías describe con
entusiasmo la venida de Dios, él mismo viene a salvarnos, y en él y con él
florece un mundo nuevo donde la tristeza y el llanto desaparecerán y el gozo y
la paz serán realidad. (Isaías 35, 1-10). A los lectores les invito a leer el texto de
Isaías.
Adviento, Adviento,
arde una pequeña luz arde.
Primero una, luego dos,
luego tres, luego cuatro,
y el Niño Jesús está en
la puerta.[2]
¡Feliz y bendecido
tiempo de Adviento!
Hna. Carmen Herrero Martínez
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