ES NAVIDAD CUANDO
“No tengáis miedo, os traigo
una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
hoy en la ciudad de David os ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”
(Lc 2,10-11).
Es Navidad cuando descubrimos que
todo en la vida es gracia, don gratuito del amor del Padre que nos ama hasta el
extremo de enviarnos a su propio Hijo, tomando nuestra propia naturaleza. Dios
se encarna en la naturaleza humana, para que los humanos podamos acceder a la
naturaleza divina.
Es Navidad cuando abandonamos nuestros individualismos, nuestras comodidades y caprichos; cuando tomamos conciencia de la realidad de muchos de nuestros hermanos que viven en la miseria, en la soledad y el abandono, sin dignidad alguna, y hacemos por ellos cuanto está a nuestro alcance. Tal vez un pequeño gesto que humaniza, una mirada que fortalece, una palabra que alienta, ayudándoles a recobrar toda su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y salvados por Jesús encarnado.
Es Navidad cuando nos maravillamos y asombramos al descubrir dónde Dios está presente, dónde se encarna, en qué pesebre nace, sufre y vive marginado. Es Navidad cuando, ante estas situaciones de miseria que nos toca vivir diariamente, no nos quedamos con los brazos cruzados; sino que obramos desde el amor, la comprensión y la generosidad. La Navidad nos lleva a la acción activa en favor de los más necesitados, a todos los niveles. Poco importa el estatus de vida social, ya que la pobreza se reviste de muy diversas maneras. La Navidad no es, únicamente, unos días que el calendario litúrgico y civil nos propone; no, la Navidad se prolonga a lo largo y ancho de todos los días del año. Estamos llamados a descubrir la espiritualidad de la Navidad, el verdadero sentido teológico de la encarnación del Hijo de Dios. Dios se encarna para salvar al género humano en toda su dimensión. Y, a la vez, desea que cada uno nosotros nos impliquemos en esta maravillosa aventura que es la Navidad: don de sí y entrega incondicional al estilo del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
Es Navidad cuando vivimos en
comunión los unos con los otros, cuando superamos las diferencias de raza,
lengua, religiones y opciones políticas. Cuando el respeto, la tolerancia y la
comprensión mutua, la vivimos como una ley natural que nos une a todos los seres
humanos por encima cualquier diferencia. Porque la Ley común al género humano
es la de amar y ser amado. ¿No es esta la verdadera Navidad? “Dios es amor”, dirá san Juan, y porque
es amor se ha encarnado para enseñarnos a amarnos como él mismo nos ama. La Navidad
es la construcción de la fraternidad universal, teniendo como guía a nuestro
Rey y Señor, el Príncipe de la paz.
Es Navidad cuando recordamos, con
amor y gratitud, a las “estrellas” que nos han guiado en el camino para llegar
a donde hoy nos encontramos, y ser lo que, efectivamente, somos. Especialmente tenemos
presentes a nuestros padres y familiares, educadores, amigos/as que nos han
acompañado a lo largo de nuestro camino y de nuestra historia, ayudándonos a crecer
en fe y en sabiduría. Ellos y ellas están presentes, celebrando con nosotros la
Navidad. Tanto los que ya nos han precedido, como los que están lejos, todos
formamos ese coro de ángeles que celebran y cantan: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,14).
Es Navidad cuando no desesperamos
ni nos dejamos llevar por la decepción ni el desánimo ambiental; sabiendo descubrir
y “formar” nuevas estrellas, que iluminen nuestro camino, que nos impulsen a vivir
con ilusión, con alegría y esperanza renovada en medio del caos político y
social que nos toca vivir; conducidos por la estrella de lo alto y también por
la estrella de tantos hombres y mujeres que luchan sin desmayo para crear una
sociedad donde se viva la fraternidad, la justicia y la paz; donde el cese de la
fabricación de armas sea una realidad y así finalicen las guerras, toda clase
de violencia y la explotación de los más débiles. Entonces, la Navidad será una
realidad.
Es Navidad cuando cuidamos a los
enfermos, acariciamos y consolamos a los niños; cuando escuchamos a las personas
mayores prestándoles toda la atención y respeto que se merecen. Navidad exige
ponerse en camino hacia Belén, hacia el misterio de Amor, de Belleza y de Bondad
que anida en lo más profundo del ser humano. Este es el camino real que la
Navidad nos invita a recorrer. No vayas lejos de ti para encontrar a Jesús en
un pesebre. Entra dentro de ti y lo hallarás. “Alma, buscarte has
en Mí, y a Mí buscarme has en ti” (Santa Teresa) y san Agustín: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba”. Tú mismo eres ese establo,
ese pesebre en el que a Jesús, realmente, le gusta nacer y entablar una relación
de amistad contigo. ¿Estás dispuesto/a a acogerle? ¿Crees que realmente le
importas a Jesús y que él quiere ser tu amigo, tu Salvador? Si realmente crees
estas verdades de nuestra fe, ¡es Navidad para ti! Y tú podrás ser Navidad para
el mundo.
“Hoy brillará una luz sobre
nosotros, porque nos ha nacido el Señor;
y es su nombre: Admirable,
Dios, Príncipe de la Paz”
(Lc
1,13).
Sor Carmen Herrero