ADVIENTO NOS INVITA A VIVIR ACTITUDES DE RENOVACIÓN PROFUNDA
Adviento 2019
Hace unos días, celebramos
el primer domingo de Adviento como pórtico de un nuevo año litúrgico. El año
litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento. Es importante que, al
comenzar este tiempo, nos situemos en la realidad litúrgica que durante cuatro
semanas vamos a celebrar, como preparación a la Navidad. Y acojamos la gracia
de este tiempo maravilloso de espera esperanzada en Jesús que viene a visitar a
su Pueblo y acampa entre nosotros. “Esta es la morada
de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y
Dios será su Dios"
(Apocalipsis 21, 3).
El Adviento es la iniciativa de Dios
que quiere encontrarse con la humanidad, con cada uno de sus hijos e hijas y
decirles todo su amor. Por parte del cristiano, vivir el adviento
es abrir el corazón de par en par para acoger la gracia y el regalo que Dios
nos hace enviándonos a su propio Hijo, encarnado en el seno de una doncella:
María. En su Hijo, Dios nos dice el inefable amor que nos tiene. Vivir el Adviento
en profundidad conlleva la acogida de este gran amor y purificación de
cualquier otro amor que impida a Jesús nacer plenamente en la cuna de mi
corazón. Celebrar el adviento significa que María y José tienen sitio en mi
“posada”, donde el Emmanuel puede nacer y sentirse acogido y amado.
El
adviento está marcado por: velad, orad, conversión.
La
conversión del corazón tarea cotidiana y permanente; para ello necesitamos la
oración y la vigilancia; y la gracia del Espíritu que siempre nos acompaña.
Cristo,
que vino ayer al mundo, hoy, viene misteriosamente, invisible, pero realmente a
morar en cada uno de nosotros. Ayer vino de forma visible a Palestina. Y hoy
viene de forma mística y misteriosa para grabar su vida en nuestra propia vida,
en nuestra intimidad, en nuestra conciencia. Esta es la realidad maravillosa de
este tiempo de Adviento: Cristo que ayer vino al mundo y nació en Belén, hoy, en
el momento histórico que vivimos, viene a la comunidad y a cada uno de nosotros
para transformarnos en él, haciéndonos revivir su vida y los misterios de su
vida, que ahora son sucesos de los cristianos, no solo de aquel Jesús de
Palestina.
Un
nuevo Adviento requiere vivir actitudes de renovación profunda. Señalamos tres
que son esenciales:
Ø Conocer
más a fondo a Dios nuestro Padre que nos ha dado a su propio Hijo, por puro
amor, para salvarnos.
Ø Conocer
al Hijo que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre.
Ø Y
conocernos a nosotros mismo como obra maravillosa del amor de Dios al crearnos
a su imagen y semejanza, regenerados y salvados en su Hijo.
Si
así vivimos el Adviento, la Navidad tendrá toda su dimensión cristológica y en
nuestro corazón, en el seno de las familias y en el corazón de la comunidad
reinará el gozo y la alégrese de la Navidad: “Porque un
niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. «Maravilla de Consejero», «Príncipe
de Paz»" (Is. 9,7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario