lunes, 9 de diciembre de 2019







ADVIENTO   NOS  INVITA   A   VIVIR   ACTITUDES   DE   RENOVACIÓN   PROFUNDA

Adviento 2019

Hace unos días, celebramos el primer domingo de Adviento como pórtico de un nuevo año litúrgico. El año litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento. Es importante que, al comenzar este tiempo, nos situemos en la realidad litúrgica que durante cuatro semanas vamos a celebrar, como preparación a la Navidad. Y acojamos la gracia de este tiempo maravilloso de espera esperanzada en Jesús que viene a visitar a su Pueblo y acampa entre nosotros. “Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y Dios será su Dios" 
(Apocalipsis 21, 3).

El Adviento es la iniciativa de Dios que quiere encontrarse con la humanidad, con cada uno de sus hijos e hijas y decirles todo su amor. Por parte del cristiano, vivir el adviento es abrir el corazón de par en par para acoger la gracia y el regalo que Dios nos hace enviándonos a su propio Hijo, encarnado en el seno de una doncella: María. En su Hijo, Dios nos dice el inefable amor que nos tiene. Vivir el Adviento en profundidad conlleva la acogida de este gran amor y purificación de cualquier otro amor que impida a Jesús nacer plenamente en la cuna de mi corazón. Celebrar el adviento significa que María y José tienen sitio en mi “posada”, donde el Emmanuel puede nacer y sentirse acogido y amado.
El adviento está marcado por: velad, orad, conversión.
La conversión del corazón tarea cotidiana y permanente; para ello necesitamos la oración y la vigilancia; y la gracia del Espíritu que siempre nos acompaña.
Cristo, que vino ayer al mundo, hoy, viene misteriosamente, invisible, pero realmente a morar en cada uno de nosotros. Ayer vino de forma visible a Palestina. Y hoy viene de forma mística y misteriosa para grabar su vida en nuestra propia vida, en nuestra intimidad, en nuestra conciencia. Esta es la realidad maravillosa de este tiempo de Adviento: Cristo que ayer vino al mundo y nació en Belén, hoy, en el momento histórico que vivimos, viene a la comunidad y a cada uno de nosotros para transformarnos en él, haciéndonos revivir su vida y los misterios de su vida, que ahora son sucesos de los cristianos, no solo de aquel Jesús de Palestina.
Un nuevo Adviento requiere vivir actitudes de renovación profunda. Señalamos tres que son esenciales:
Ø  Conocer más a fondo a Dios nuestro Padre que nos ha dado a su propio Hijo, por puro amor, para salvarnos.
Ø  Conocer al Hijo que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre.
Ø  Y conocernos a nosotros mismo como obra maravillosa del amor de Dios al crearnos a su imagen y semejanza, regenerados y salvados en su Hijo.
Si así vivimos el Adviento, la Navidad tendrá toda su dimensión cristológica y en nuestro corazón, en el seno de las familias y en el corazón de la comunidad reinará el gozo y la alégrese de la Navidad: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. «Maravilla de Consejero», «Príncipe de Paz»" (Is. 9,7).

No hay comentarios:

Publicar un comentario