El tema de este
año es: “Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder” (Ex 15,16). Los materiales para
esta semana de oración de 2018, los han preparado las Iglesias y comunidades de
la región del Caribe. Desde su propia experiencia, de tantos años de
esclavitud, saben que la diestra del Señor es quien rompe las cadenas y da la
verdadera libertad; a la vez que la diestra del Señor puede unir todos los
eslabones de las diferentes cadenas para tejer la unidad de su Iglesia tan
hecha añicos.
La
división de los cristianos es un gran pecado, y el pecado siempre lleva a la
esterilidad, a la muerte. La unidad, en cambio, siempre es fecunda, atrayente y
portadora de vida. La unidad tiene la capacidad de convocar, de hermanar, de
crear redes de comunicación y de fraternidad. En la unidad misma radica el
gozo, la serenidad y la paz. Como dice el salmista: “Vez qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos” (Sl.
132, 1).
A los
cristianos, nos urgen tomar de conciencia del escándalo que supone la división
entre las diferentes confesiones. Un reino dividido, no tienen fuerza en sí
mismo. Esto es lo que nos está pasando a los cristianos: la división nos lleva
a perder credibilidad en el mensaje que predicamos, en el anuncio del
Evangelio. Lo dice el papa Francisco en “Evangelii gaudium” (cf nº 244, 246). No
nos lamentemos, pues, de que muestras iglesias estén vacías y de que los jóvenes
no vengan. Más que lamentarnos tendríamos que interrogarnos: ¿cuál es la causa
de que nuestras celebraciones y nuestras comunidades no tengan capacidad de
convocatoria?
Una
comunidad unida atrae, porque transmite este valor fuertemente tan deseado por
todos. La división es un pecado generalizado que roe y ruina toda relación, toda
estructura y crecimiento social y espiritual. La división es como la carcoma,
que va haciendo su trabajo de destrucción, y cuando uno se da cuenta es
demasiado tarde y el remedio difícil de aplicar.
La
unidad es un valor “artesanal”, que requiere un cuidado exquisito, una buena
dosis de humildad, amor y comprensión. Tan delicada es la unidad que fácilmente
se quiebra, se rompe y se hace añicos. Y cuando una vasija de vidrio se hace
añicos, ¿quién podrá reconstruirla de la misma manera, sin que queden cicatrices
de las heridas causadas? Esta vasija original, algo ha perdido de ella misma y de
su belleza, y necesitará su tiempo para ser reconstruía de nuevo con el mismo
esplendor que tenía. Imagen que nos habla de la división de los cristianos. La
división entre los cristianos es como una tela de araña que cubre, que empaña
la belleza de la Iglesia; la división no le puede quitar su belleza ontológica;
pero sí que se la empaña….
Vemos los
siglos que llevamos con rupturas y divisiones eclesiales, si bien a la división
se llega fácilmente; ¡qué trabajo está costando la reunificación de la “vasija”,
de la Iglesia de Jesús! Muchos son los encuentros, acuerdos, declaraciones
comunes, de unas y otras confesiones, de acercamientos en el proceso ecuménico,
impensables anterior al Concilio, de semanas de oración; pero todavía no hemos
llegado a la comunión plena y visible de una única Iglesia que celebra unida la
Cena del Señor, la Eucaristía.
Hemos
de reconocer que el camino realizado y los puentes tendidos hacia la unidad son
enormes y maravillosos; y por ello damos gracias a Dios. Pero no hemos de
conformarnos con lo ya realizado, con los logros alcanzados; sino que siempre hemos
de tender a conseguir la unidad perdida, porque es el gran deseo de Cristo, el
legado que él nos dejo: “Padre, te ruego para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21). La unidad es signo de credibilidad, al contrario que la
división es motivo de escándalo.
En
medio de las rupturas más significativas de la Iglesia, a lo largo de la
historia, siempre han surgido personas que se han destacado, de manera
profética, en el campo ecuménico, trazando un camino de unidad y comunión.
Gracias a ellas, que han tenido el coraje de denunciar el escándalo que supone
la ruptura de las Iglesias, y la desobediencia al evangelio de Cristo, la unidad
ha avanzado y sigue avanzando hacia la comunión tan deseada. Nombrar a todas
estas personas no es posible, pero si quiero destacar algunas muy significativas
tanto de unas confesiones como de las otras: Empezando por el papa Juan XIII, promotor
del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras; el primer
encuentro con Pablo VI en el año 1964 en Jerusalén, que marcó profundamente las
relaciones ecuménicas entre católicos y ortodoxos. Recordemos esa imagen del
abrazo entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras, y guardemos en memoria
la frase del Patriarca: “Es más lo que
nos une que lo que nos separa.” Con este encuentro empezó un camino de
dialogo fraterno que conduciría a levantar las mutuas excomuniones después de
la separación en 1439.
El Hno.
Roger de Taizé, otro gran profeta de la unidad. Taizé, se ha convertido en el
lugar de los jóvenes y para los jóvenes de Europa. ¿Por qué Taizé tiene ese
atractivo y capacidad de convocatoria para los jóvenes y para todos? Tal vez
porque su fundador supo, desde el principio, dar a ese lugar un alma, y un alma
de unidad, de comunión, desde el evangelio. Él mismo dice: “Cristo vino a la
tierra, no para crear una nueva religión, sino para ofrecer a todos una
comunión con Dios y con todos los seres humanos”[1].
Este es el verdadero ecumenismo, la meta de toda unidad: vivir en comunión con Cristo
y con los hermanos y con el cosmos.
¿Cómo
no recordar a Chiaria Lubich, esta gran mujer, fundadora de los Focolares, el
Movimiento laico que más trabaja por la unidad de las Iglesias y el diálogo
interreligioso, viviendo una espiritualidad de comunión y creando puentes de
acercamiento y comunión?
Y en
nuestro propio país, ¿quién no recuerda al Padre Julián García Hernando,
fundador de las Misioneras de la Unidad, hombre dotado para el diálogo
ecuménico pionero en este campo después del concilio? Y unido a él la labor tan
eminente del centro ecuménico de las misioneras de la unidad en Madrid.
Y
terminamos con el Papa Francisco quien nos invita con fuerza y convicción a
caminar hacia la unidad. Conocidos son sus pasos hacia las diversas
confesiones, su humildad y palabras de aliento para seguir caminando hacia la
comunión creando puentes de unidad y comunión. “Dada la gravedad del
antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en
África, la búsqueda de la unidad se vuelve urgente” (E.G. nº 246).
Por
poca sensibilidad que se tenga, en lo que supone la división entre los
cristianos, todos deseamos y queremos la unidad; como en una misma familia que
cada miembro aspira y coopera para que la unidad sea una realidad. Desde este
principio no se puede sino desear y suplicar a Aquel que todo lo puede que
conceda a los cristianos la unidad tan deseada, para que el mundo crea. Pero,
¿qué medios nos damos, la gente sencilla, los de la base, que lloramos en
secreto este gran pecado que es la división, para conseguirla? Un ecumenismo
del pueblo sencillo es posible.
Unos de
los medios al alcance de todos, a mi parecer, es la lectura orante de la
palabra de Dios, la lectio divina; porque cuanto más nos acerquemos a la
palabra más cerca estaremos de Dios y más cerca estaremos los unos de los otros;
y los muros de la división se irán derrumbando, cayendo por sí solos. Porque la
Palabra es viva y eficaz y ella nos lleva a la conversión y a la purificación
de todo aquello que no es Dios. Cuanto más nos dejemos transformar por la
Verdad de la Palabra tanto más viviremos en comunión con Dios, y los unos con
los otros. Ya que la Palabra nos ayuda a hacer la verdad en nuestra vida y de
la verdad nacerá la unidad.
Otro
medio muy importante, es la oración por la unidad. El padre Paul Couturier, un
gran profeta del ecumenismo de siglo XX promueve: “el ecumenismo espiritual.” La oración hecha con fe mueve montañas.
El Padre Congar dirá de Paul Couturier: “La
gracia y la vocación del sacerdote Paul Couturier fue abrirle al ecumenismo el
camino espiritual, darle su corazón de amor y de oración.” Este camino todos
podemos seguirlo, y todos estamos llamados a vivirlo. Para ello no hace falta
sino tener fe, y confiar en el poder la oración.
Y para termina cito al Papa Francisco que en el encuentro con el Arzobispo de Canterbury y primado de la
Y para termina cito al Papa Francisco que en el encuentro con el Arzobispo de Canterbury y primado de la
Iglesia Anglicana, Justin Welby, dijo que para avanzar en el camino común de los cristianos y profundizar en el
ecumenismo tres ejes son esenciales: oración, testimonio y misión.
TAREA, NO DE UNA SEMANA, SINO DE TODA UNA VIDA…
Sor Carmen Herrero
[1] Hermano Roger de Taizé, « Dieu ne peut
qu’aimer » Ataliers et Presses de Taizé. 2002.
No hay comentarios:
Publicar un comentario